Fue una revolución muy poco parisina, aunque comenzara en una calle del centro de la ciudad. No se montaron barricadas para bloquear los bulevares cercanos y ningún estudiante radical lanzó adoquines arrancados del asfalto. Nadie cortó la cabeza a ningún monarca.

En cambio, a lo largo de la rue de l’Aude se instaló una mesa de banquete de 215 metros de largo, con 648 sillas y llena de comida casera, y se instó a los presentes a pronunciar libremente la más subversiva de las palabras: bonjour.

Para algunos, ese “buenos días” supuso el primer intercambio importante con sus vecinos. “Jamás había visto nada igual”, dice Benjamin Zhong, que regenta una cafetería en la zona. “Sentí que la calle me pertenecía, que nos pertenecía a todos”.

Aquel día de septiembre de 2017, los revolucionarios juraron su lealtad a la autodenominada ‘République des Hyper Voisins’ [la república de los hipervecinos] en un tramo del distrito 14 de la margen izquierda de la capital francesa que abarca unas 50 calles y 15.000 residentes. En los cinco años transcurridos desde entonces, la república –un “laboratorio de experimentación social”– ha intentado abordar las deficiencias de la vida moderna en la ciudad, que puede ser transaccional, acelerada y solitaria. (eldiario.es)