Dos veces fue candidato a la Presidencia de la República, tanto por su partido (el Humanista) como por el frente de izquierda denominado “Juntos Podemos Más”. Hoy representa al distrito 11 (Las Condes, Vitacura, Lo Barnechea, La Reina y Peñalolén), y mantiene el perfil distendido y el trato afable, sin ninguna soberbia, que le conocimos en sus incursiones a la Moneda. Fue cercano a Silo, guía espiritual del Movimiento Humanista y fue uno de los fundadores del mismo en Chile.

-Tomás, ¿quién fue Silo? ¿Cómo lo conociste?

Silo tiene muchas facetas. En primer lugar, es un maestro, un guía, un pensador. Es un revolucionario que hizo una propuesta profunda, compleja y estructural de transformación personal y social. Era un escritor y un gran amigo. Una persona muy entretenida con quien conversar. Podías estar hablando diez, doce, veinte horas y fascinarte, vivir las historias y anécdotas compartiendo su modo de ver las cosas. Él tenía un modo de mirar el mundo,  observando lo que habitualmente otros no ven, estableciendo relaciones, atendiendo a los procesos. Era un Maestro y al mismo tiempo también tuvimos una muy cercana y profunda amistad.

Lo conocí, primero, por sus escritos. Lo primero que leí de él fue el “Manual del Poder Joven”, que era un libro que planteaba una revolución y que hablaba de las visiones del anarquismo. De hecho, era un libro rojinegro su tapa, y que de algún modo planteaba el socialismo libertario.  Después, me encontré con un segundo libro de él, que se llamaba “La Mirada Interna”, que -por el contrario- planteaba todo el proceso de transformación personal, al que puede acceder quien va en busca del sentido de la vida. Y de alguna manera, plantear los temas fundamentales que tienen que ver con la superación del temor a la muerte. Dotar la vida de un sentido que va más allá de la muerte. Entonces, para mí el Siloismo fue eso desde un comienzo, una propuesta de transformación personal y social simultánea. Y yo que partí a los 13, 14 años en búsquedas y me metí a grupos místicos, espirituales, políticos y de todo tipo, siempre me faltaba algún aspecto. Y aquí me encontré, a fines de 1972, con que la propuesta era la transformación personal y social simultánea. Eso me resonó muchísimo. Personalmente, a él lo conocí en septiembre de 1978, días antes de un encuentro mundial que se desarrolló en las Islas Canarias, a la que fuimos un grupo muy grande de chilenos; fuimos 60 personas de acá. Llegué mucho antes que los demás. Una noche, pasando por delante de un café, paso y descubro que estaba él sentado de espaldas conversando concentradamente con una amiga. Yo tenía muchas ganas de conocerlo, estaba con mi pareja, nos sentamos en una mesa pero no queríamos interrumpirlo. Y nos quedamos ahí, esperándolo como desde la 1 de la mañana hasta las 4 de la mañana que cerraron el café. Y ahí se paró, lo saludamos y nos conocimos.

-Lo conociste en un bar.

Para ser precisos, en un café. No fue un bar, porque él no tomaba.

-A partir de las definiciones que uno encuentra en textos como “Siloísmo”, la propuesta política de Silo se acerca sin tapujos al socialismo libertario, proponiendo incluso, el vacío político como principal herramienta de lucha pacífica. ¿Qué incidió en que Silo respaldara la creación de un partido político? ¿Cómo se conjuga esta idea de vacío político con la participación política formal?

La arenga fundamental del siloismo fue hecha en 1969, el 4 de mayo, en Punta de Vacas. En esa arenga, entre otras cosas, Silo plantea que no hay partido político que pueda sacarnos de la situación de violencia que está viviendo el ser humano. Y que se hace necesario un nuevo modo de organización, nuevos modos de acción y de transformación personal y social. Con el paso de los años, se nos hizo evidente que requeríamos unos modos de organizarnos, pero no institucionalizarnos, sino instituir modelos nuevos. Y te hago la diferencia entre las dos palabritas, que ahora se ha puesto más de moda. Instituir nuevos modos de organizarnos y de actuar en el medio. Y así, empezamos a organizar distintas estructuras humanas en distintos lugares del planeta, y formamos lo que se llamó el Movimiento Humanista. Tuvo también el nombre de Comunidad para el Desarrollo Humano, el cual era el nombre legal para poder actuar en el marco del Movimiento Humanista o Siloista. Y eso lo organizamos a partir del año ’77, más o menos.

A comienzos de los años 70, se decidió probar entre estas distintas formas de organización, también a formar partidos políticos con concepciones totalmente diferentes, en que la dinámica fuera generacional, en que se plantearan formas muy horizontales de participación y de trabajo. En Argentina se forma el partido que se llamaba –no recuerdo bien- algo así como el “Frente Unido por la Juventud”, que se planteaba como un partido antisistema, muy contestatario, muy irreverente. Y tal cual como dice el nombre, aunque no sea ese, se planteaba netamente en términos generacionales, en confrontación con lo que llamábamos el Sistema y la gerontocracia que estaba instalada en el poder. Duró bastante poco, fue bien reprimido en Argentina. Fue rápidamente apresada la gente y puestos fuera de la ley. A mediados de los ochenta, con la situación de dictaduras en Latinoamérica, se nos hizo evidente que necesitábamos un instrumento, una herramienta que nos permitiera luchar políticamente también contra la dictadura para la recuperación de esa democracia. Que no bastaba simplemente con movimientos de base o movimientos sociales. Y ahí, decidimos formar simultáneamente el Partido Humanista en muchos países, y no sólo en América Latina.

-¿En qué año fue?

El proceso fue así: El ’82 tomamos la decisión de ponerlo en marcha. El ’83 hicimos una consulta en aproximadamente 60 países, en la cual le preguntamos a cientos de miles de personas sobre las características que debía tener un partido político, las que nosotros teníamos, y la contrastábamos con la que tenía la gente. Por ejemplo, poníamos que uno de los temas centrales era la recuperación de la tierra como algo fundamental para los que la trabajan. La desnuclearización, el desarme total, una serie de tema que para nosotros eran relevantes y que los íbamos consultando. El final de la pena de muerte, por ejemplo. (revistadefrente.cl)

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