Por Santiago García.- Las pequeñas tiendas de alimentación del barrio de Villaverde, habitualmente regentadas por chinos, viven en una competencia continua, que no deja de crecer. Observando las compras que realizan las personas en dichos lugares se puede corroborar que algunos ofrecen precios mucho más bajos que otros. No obstante, esto no se nota mucho en las compras de productos muy básicos como el pan, cuyo precio suele oscilar entre los 35-40 céntimos, pues la competencia se traslada hacia otros comercios, pero sí en otros artículos como bebidas alcohólicas, refrescos o dulces, con estos últimos se hacen ofertas de 2×1 para fomentar las compras de grandes cantidades.

Hay muchas formas de hacer la competencia y en el caso de los minoristas procedentes de China, decidir no coger vacaciones o trabajar hasta altas horas de la noche es algo muy habitual. Por ejemplo: en una misma calle, Delmira Agustini, cercana a la estación de Renfe de Villaverde bajo, se encuentran establecidos dos negocios de alimentación, en uno de ellos sus dueños deciden cerrar cuando se acercan las doce de la noche, y alguna vez se toman al menos una semana de descanso, mientras que el otro cierra a las dos y media de la madrugada, incluso los días de diario, lo cual no es muy habitual, y por el momento no parece que haya cerrado por vacaciones, repercutiendo todo lo mencionado en un mayor número de beneficios, pues durante las horas nocturnas acuden muchas personas, la mayoría para adquirir alcohol o refrescos. Además, habla con fluidez nuestro idioma y tiene un trato muy cercano con sus clientes.