Vivimos en el mejor siglo posible, esperanza de vida alta, mejoras médicas y tecnológicas, más libertad en algunos casos, pero hay algo que no hemos conseguido frenar, la violencia. En los últimos años ha ocurrido un fenómeno en el mundo muy interesante, la conocida como “Primavera Árabe”, la cual en vez de reportar cierto progreso social ha dado paso a los extremismos y a la radicalización, salvo algunas excepción como Túnez, país que es ahora mismo democrático, los demás siguen luchando y la situación lejos de mejorar ha empeorado, pues por mucho que estemos ya en el año 2016, aun no somos capaces de dominar nuestros instintos más primarios.
El incremento de la violencia no quiere decir que nuestra sociedad sea más violenta que la de la Edad Media o incluso que la del siglo XIX, pero sí es cierto que en los últimos años ha habido un incremento debido a las múltiples guerras que asolan nuestro planeta, incluso en Europa continúa el conflicto de Ucrania, por no llamarlo guerra, término que sería mucho más apropiado, dado que empezó en el 2014 y aún sigue, aunque la cantidad de muertos varía según la fuente, pero se estima por lo general por encima de 6500 personas y 9000 heridos, indicando algunas cifras tan demoledoras como Alemania que estima los muertos en 50.000, incluyendo tanto militares como civiles. Este tipo de conflictos conllevan inevitablemente una escalada de violencia, pobreza, miedo y confusión.
Lo cierto es que resulta sencillo pensar que cada vez somos más pacíficos y que nuestras vidas son tranquilas, pero la cruda verdad es que el mundo se extiende más allá de las fronteras de España, donde la violencia campa por nuestra calles, y aun así somos uno de los países más pacíficos del mundo, pero nuestra situación no es extrapolable a la mayoría de países, especialmente aquellos en los que la pobreza causa tal inestabilidad política y social que el incremento de la violencia resulta casi inevitable, pues el instinto de supervivencia prima sobre los demás. Sin embargo, estamos tan acostumbrados a comer mientras la caja tonta nos dice las decenas de víctimas en un atentado terrorista en Pakistán o Siria, que en ocasiones parece que nos hayamos vuelto insensibles ante el dolor humano, hemos perdido empatía, no nos importa apenas el sufrimiento ajeno y el egoísmo ha crecido tanto en nuestro interior que ya ni siquiera podemos reconocernos a nosotros mismos. En definitiva, mi diagnóstico final es que nos hemos deshumanizado, lo que explica nuestro retroceso en materia sociopolítica como seres racionales que supuestamente somos. (Por Santi García Pascual)
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