El próximo 28 de octubre de 2018 el pueblo brasileño emitirá su voto en segunda vuelta y definirá a su próximo presidente, el pueblo brasilero deberá dirimir entre el siete veces diputado, ex militar, homofóbico, misógino, racista, defensor de la dictadura y simpatizante de la tortura; Jair Bolsonaro, representante del PSL-Ultraderecha, Partido Social Liberal y por otra parte el abogado y alcalde de Sao Paulo 2013-17, ministro de educación del gobierno de Lula y de Dilma 2005-12, que oficializo su candidatura cuando la justicia determino que Lula no podía presentarse Fernando Haddad, por el Partido de los Trabajadores (PT)
A pesar de que en la región hace varias décadas se vive en democracia, el avance de la derecha en los últimos años parece no tener freno. Comienza en 2010, con Juan Manuel Santos en Colombia, en 2015 con Mauricio Macri en Argentina, en 2016 con Pedro Pablo Kuczynski en Perú y en 2018 con Sebastián Piñeira en Chile y con Mario Abdo Benítez en Paraguay, ¿sucederá lo mismo en Brasil?
El “inesperado” ascenso en las elecciones de Bolsonaro en Brasil amenaza directamente y sin pudor a los más discriminados: a las mujeres, a los afrobrasileños, a los moradores de las favelas, a los LGTB, a los pueblos originarios del Amazonas, etc. Prácticamente a la mayoría del pueblo brasileño. Y la metodología de acción que exhibe en sus groseras declaraciones es abiertamente violenta y discriminatoria, propia de un matón de la peor especie.
El protagonismo de este sujeto se explica si comprendemos el hundimiento de los partidos políticos tradicionales de Brasil, con sus correlatos en otros países de la región, salpicados en casos de corrupción y que han llevado a una profunda crisis del sistema político.
Pero Bolsonaro no ofrece ninguna salida integradora hacia un futuro mejor. Al contrario, Bolsonaro representa la represión de los sectores que impulsan los cambios positivos y el regreso a las posturas neoliberales que aumentan la desigualdad y la exclusión de las mayorías. Es sencillamente la expresión más nítida y grosera del anti-humanismo de la época.
Citamos aquí el Documento del Movimiento Humanista: “A medida que las fuerzas que moviliza el gran capital van asfixiando a los pueblos, surgen posturas incoherentes que comienzan a fortalecerse al explotar ese malestar canalizándolo hacia falsos culpables. En la base de estos neofascismos está una profunda negación de los valores humanos”.
Y siguiendo con el Documento, es bueno diferenciar que es lo que queremos y que va en la línea de nuestras aspiraciones, y que se opone a ello: “Así está trazada la línea divisoria entre el Humanismo y el Anti-humanismo. El Humanismo pone por delante la cuestión del trabajo frente al gran capital; la cuestión de la democracia real frente a la democracia formal; la cuestión de la descentralización, frente a la centralización; la cuestión de la antidiscriminación, frente a la discriminación; la cuestión de la libertad frente a la opresión; la cuestión del sentido de la vida, frente a la resignación, la complicidad y el absurdo.”
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